viernes, 17 de agosto de 2012

Escapada a Londres 1: La odisea del Interrail


Preparar el viaje a la capital inglesa se las trajo. . .
Para empezar, necesitábamos el InterRail One Country Pass para Reino Unido. Con él, se puede viajar en todos los trenes de cercanías, media o larga distancia según los días que hayas contratado.  El nuestro, tres días de viaje en un mes, nos salió por ciento cuarenta euros (cada uno). Sí, es una pasta, pero lo cierto es que nos ha salido genial. Solamente la ida de Glasgow a Londres sale ya por ciento sesenta y cinco libras, a lo que habría que añadir la vuelta. Además está la ventaja de que no se limita a un solo tren, sino que puedes coger todos los que quieras en el mismo día.
El plan era salir el día diez u once para Londres, hacer una o dos noches por allí, y volver el domingo. Claro, ese era el plan inicial.
Los interrailes tenían que haber llegado el día nueve (o antes, dato importante) por correo. ¿Llegaron? Ojalá. Llamo al número de información. No existe. Me acababan de arreglar el viaje a Londres vaya. Nos acostamos el día sabiendo que el día siguiente lo pasábamos en Glasgow.
Cosas del destino, que el viernes, voy a salir a correr y, preparándome, llega el cartero y echa una carta. Si os digo que casi no llegó a caer al suelo no os engañaría. Nada más cogerla ya vi que no iban a ser mis ansiados interrailes, pero la carta venía a mi nombre. Era de "dhl", empresa de reparto. Habían estado el día seis en el piso y no habíamos estado ninguno (Ouch). Pero había un número de teléfono. ¿Si llamaba me los traerían? No perdía nada por intentarlo.
Una vez más, Glasgow estaba en nuestra contra (realmente no sé que habremos hecho, pero tiene telita la ciudad). El próximo reparto era el viernes siguiente. Miro la hora. Las once. ¿Y si me acerco yo mismo a por los pases? Venga que voy. Salgo a la calle, paro un taxi y me meto. Le doy la dirección.
- Are u sure?
- Yes
- It is out of Glasgow
- Well, I don´t mind.
Y tan afuera. A cincuenta minutos en coche. Menos mal que el taxímetro corría poco (conforme al tiempo, porque las veintipico libras no se las quitó nadie). Cuando por fin llego, el sitio se trataba de un polígono abandonado de la mano de Dios. Me pregunta el taxista que si me espera. Un mojón, ¿así me terminas de sangrar no? Hala, a volar.
Llega lo resultó más fácil: recuperar mi carta. ¿He comentado lo amabilísima que es la gente en Escocia? Nada más verte pinta de extranjero, te ayudan muchísimo. En apenas dos minutos me trajeron dos muchachas mi carta.
Total, más feliz que una perdiz, me dispongo a salir. Miro a un lado y a otro y solo veo polígono. Vuelvo adentro y pregunto como salir de allí. Dicen que si no he ido con coche, difícil (Glub). Pero que a quince minutos hay una parada de bus que me lleva a un pueblo cercano y desde allí puedo coger otro a Glasgow. O que me pueden llamar a un taxi.
Inocente de mí. Con toda mi alegría por tener los pases en la mano decido lanzarme a la aventura.
A modo de conclusión diré que una hora después estaba tres pueblos en dirección contraria a la mía; que vi un bus  para Glasgow y eché a correr como un loco detrás de él y el conductor se apiadó, paró en mitad de la carretera y me dejo subir. Para las cuatro estaba en casa, a pesar del mal rato que me llevé al no tener ni idea de donde estaba.

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